La pandemia desvistió la precariedad de nuestras ciudades. El modelo desigual de desarrollo de nuestras urbes colapsó con Lima a cabeza. Y el fenómeno del Niño terminó de corroborar nuestra precariedad ante riesgos y desastres. Déficit de servicios, tugurización y hacinamiento, 20% de la población sin agua o solo por horas, ausencia de espacios públicos, falta de conectividad, acabaron de evidenciarnos una ciudad segregada, sin vivienda social, vulnerable, desintegrada; no sostenible. A nivel regional, la consolidación de ciudades sostenibles y resilientes se ha convertido en uno de los mayores y más urgentes desafíos, donde la creciente población urbana se desplaza y se asienta en zonas de riesgo. La prevención del riesgo en las ciudades es conocida como planificación para la resiliencia. La idea de una ciudad resiliente tiene que ver con su capacidad para planificar, adaptarse y actuar en torno al riesgo.
¿Qué hacer? …Se necesita que la ciudad se reconcilie con su gente, consigo misma y que incorpore en su ADN los nuevos códigos para reinventarse como una ciudad generosa. Nociones de autosuficiencia, energía limpia, reciclaje, áreas públicas exuberantes, vivienda realmente social, equipamiento diverso, reencuentro con sus recursos naturales, mar, ríos, lomas, patrimonio, nos ayudará a repensar y reinventar.
Estos conceptos resultan relevantes, pues es ahí donde está nuestro reto como arquitectos, urbanistas y profesionales del desarrollo de la ciudad; repensar en la ciudad de concreto que se ha creado y que, a la fecha, genera: a) exclusión, b) deficiente calidad de vida; c) inseguridad; d) desigualdad de condiciones y e) falta de sostenibilidad.Es necesario realizar un proceso de reinvención urbana; dirigida a revisitar las estructuras y tejidos urbanos existentes y empezar a desarrollar lineamientos, políticas, procesos e iniciativas de regeneración, revitalización; implementando una Nueva Agenda que permita construir una Ciudad Generosa.